Atom Egoyan
30/8/2017.- Casi desde sus inicios hace más de medio siglo, cuando el Festival contaba con un fuerte carácter religioso que marcaba las películas seleccionadas, la Seminci ha sido un escenario propicio para el nacimiento de grandes carreras cinematográficas. El interés por descubrir nuevos talentos, realizadores con propuestas alejadas de los cauces más convencionales del cine, puede entenderse como una de las prioridades de la Semana Internacional de Cine de Valladolid. Un festival consagrado al cine de autor como éste busca entre las nuevas hornadas de realizadores aquellos nombres llamados a liderar las nuevas generaciones de su profesión.
Escaparate del nuevo cine La Seminci, así, ha representado un excelente escaparate y un trampolín para trayectorias que encontraron allí un primer impulso y que más tarde quedaron sobradamente consolidadas. El Festival ha sido la vía de acceso más directa hacia el nuevo cine que, en cada época desde los años 50 del siglo pasado, llamaba a la puerta de los espectadores. Realizadores como Liliana Cavani, que en 1967 se hizo con el Lábaro de Oro por su primera cinta, Francisco de Asís, o Claude Berri, que debutaba en Valladolid un año más tarde con Le vieil homme et l’enfant, son algunos de los cineastas que iniciaron en este certamen carreras que han mantenido activas durante décadas.
De Loach a Kusturica
Ken Loach, habitual en Valladolid desde que mostró Kes hace ya cuatro décadas, Jan Troell, que regresaría a la Sección Oficial más de 30 años después de su estreno con Los emigrantes en 1975… Hal Ashby (Harold y Maude), Paul Schrader (Espiga de Plata en 1978 con Blue Collar), Luc Besson (Kamikaze 1999. El último combate) o Emir Kusturica (Papá está en viaje de negocios) comparten su paso por la Semana cuando apenas eran conocidos en España.
Paul Schrader
En 1984, la Seminci creó el Premio Françoise Truffaut para galardonar a los directores noveles más destacados de cada edición. En aquella ocasión fue el británico Michael Radford quien se hizo con el galardón gracias, precisamente, a 1984. Con el paso de los años, la denominación de este premio ha variado, no así su intención de descubrir y reconocer a los nuevos valores. Así, desde que en 1997 se convirtió en el Premio Pilar Miró, directores como Wolfgang Becker (La vida en obras), Alexander Payne (Election), Stephen Daldry (Billy Elliot) o Sofia Coppola (Lost in Translation) se han hecho merecedores de esta distinción.
Debutantes en español
Lógicamente, la Seminci ha sido también una piedra de toque para los realizadores nacionales que comenzaban a ganarse un hueco en la industria del país. En 1970, Pedro Olea, que ya había dirigido algún otro trabajo, presentó El bosque del lobo, cinta con la que se ganó el aplauso de la crítica y el Premio San Gregorio que concedía el Festival. Otras figuras importantes del cine español, como Gerardo Herrero, tuvieron la oportunidad de mostrar sus primeros trabajos en Valladolid, en su caso el largometraje Al acecho en 1987.
Más reciente en el tiempo está la aparición de dos de los cineastas españoles que mayor reconocimiento gozan en la actualidad. Icíar Bollaín regresó en 2010 a Valladolid con la multipremiada También la lluvia, 15 años después de que iniciara en esta misma ciudad su carrera como realizadora con Hola, ¿estás sola?
También Fernando León de Aranoa (Barrio, Los lunes al sol, Amador) sabe lo que la cita vallisoletana puede suponer para alguien que comienza su trabajo en el mundo del cine. Con Familia (1996) consiguió el aplauso unánime del público y un premio, el de mejor nuevo director, que ya apuntaba la sucesión de éxitos que tendría después. Adán Aliaga, en 2009 por Estigmas, y el argentino Miguel Cohan, en 2010 por Sin retorno, Espiga de Oro de la edición de ese año, son los otros nombres que han inscrito su nombre en la lista de debutantes con premio en el certamen vallisoletano.
Ligados a la Seminci
En ocasiones, esos autores que daban sus primeros pasos en la Seminci se han convertido en puntales recurrentes de su programación. Directores que han crecido como cineastas frente al público del certamen, testigo de cada una de las obras que llegaban a las pantallas. Cuatro décadas de trabajo separan Kes de Looking for Eric, el primero y el último (de momento) largometrajes de Ken Loach que han pasado por Valladolid. En el medio, razones de sobra para considerar al británico como uno de los realizadores de mayor peso del panorama europeo actual. Películas que, como Mi nombre es Joe o Sweet Sixteen, lo han colocado, además, como uno de los realizadores más premiados en la historia del Festival.
Matías Bize
El caso de Atom Egoyan es similar al de Loach. En 1987 ya estuvo presente en la programación oficial del certamen con Retrato de familia y desde entonces se ha convertido en un rostro más que habitual del certamen. Ganador en dos ediciones por El liquidador y El dulce porvenir, también ha presentado en Valladolid otros títulos importantes de su carrera como El viaje de Felicia, Ararat o Adoration, la última aparición hasta la fecha del realizador de origen armenio.
Y un etcétera inacabable
Un repaso a los veinte últimos años del Festival permite comprobar la nómina de realizadores que han asaltado las primeras filas del cine desde que debutaron -o casi- en Valladolid. La última ganadora del Oscar a la mejor película de habla no inglesa, Susanne Bier, triunfó en 1992 con su primer largometraje. Michael Winterbottom (Besos de mariposa, I want you), Tom DiCillo (Vivir rodando), Todd Solondz (Bienvenido a la casa de muñecas), o, por el lado latinoamericano, Matías Bize (En la cama) o Daniel Burman (Esperando al Mesías), son algunos de esos nombres ligados a la historia reciente de la Seminci.
Publicado en el número 25 de la Revista Seminci (Primavera 2011)